31 de Octubre 2006

Mi Nuevo Amante

Las 11:30.
Las luces mortecinas flotaban en el desgastado suelo de la Terminal A bañándolo todo en un halo de irrealidad.
Aunque aparentemente afuera brilla el sol, dentro del módulo más viejo del aeropuerto, sólo el frío nos acompaña.
Los aburridos pasajeros desfilan con monótona cadencia hacia sus respectivas puertas de embarque siguiendo las indicaciones de las voces mecánicas que vomitan constantemente los altavoces.
Detrás de la barra sirvo a rostros grises, cansados. Contagian desgana.
Ya falta menos para el cambio de turno.
De repente noto algo diferente. Una sensación extraña. Algo no encaja en el cuadro de sombras de la aburrida mañana. Me siento observada.
No me atrevo a levantar la vista.
Entorno los ojos y echo un vistazo por encima del hombro. Carolina, mi compañera anda faenando en la cocina. Flor se marchó hace un rato a la cantina a por el almuerzo. La sensación de estar siendo vigilada aumenta por momentos así como mi inquietud.
Devuelvo el cambio al último pasajero y decido enfrentar la mirada. Le veo. Ahí. Justo ahí. En un lateral de la barra. Con inmenso descaro. Y decido sostener su mirada.
Fue algo hipnótico, lo fue. Desconozco qué extraña fuerza me llevó a salir a la sala y plantarle cara, podría pensar que fue algo místico y excelso; o podría rendirme a la evidencia de que fue un instinto totalmente bajo y terrenal. Fue el deseo súbito e irrefrenable de poseerlo. Estaba ahí, esperándome y yo no me iba a hacer de rogar. El magnetismo fue mútuo, me había elegido a mí. El primer contacto fue electrizante, sólo su roce me extremeció por completo. Deseé al acariciarle que su belleza no fuera tan sólo superficial, pero estuviera en lo cierto o no, pensaba comprobarlo. Le sentí como mío y le llevé donde nadie pudiera vernos. Sabía que era algo ilícito, fui consciente de ello en todo momento y quizá por ese motivo todo resultaba más emocionante. Su tacto suave y amaderado aroma se apoderaron de mí por completo, me abrazó con su descarado encanto y me llenó de promesas de amor sincero y entregado, con noches interminables de placer y emociones aún no descubiertas, con envolver todos y cada uno de mis sentidos y sólo al borde de la extenuación, besar mis párpados dulcemente para entregarme al sueño. Cómo resistirse...
Entonces y aún temblorosa por mi nueva conquista, percibí que algo no marchaba bien.
Recuerdo el paso firme de esa mujer, su objetivo fijado en mí. Iba impecablemente vestida, aunque sus formas rotundas no acompañaban a la gracilidad que intentaba imprimir a sus movimientos. Cuando la tuve delante supe perfectamente que venía a quitármelo. No hizo falta que dijera nada, era de ella. Aún así percibí su voz punzante en mis oídos.
- Me dejé un libro aquí.
Noté como mis mandíbulas se contraían en un gesto de profunda indignación. No puedo negar que sentí el deseo de reprobar su afirmación, de mentir, decirle que allí no se había dejado nada... pero no lo hice.
Noté que hubo de tirar de él para quitármelo de las manos, pero se lo devolví.
Y es que en el fondo, no tengo por costumbre adueñarme de lo que no me pertenece.
Así que al salir del trabajo, me paré en una librería donde me hice con un idéntico ejemplar.
Ahora sí me pertenece, ya tengo el amante fiel y agradecido con que acompañar las que presumo, serán mis frías noches de ahora en adelante.
Puede que no acaricie mi pelo, ni se recueste sobre mi hombro, pero promete aguardarme fielmente y dejar que pierda mis dedos entre sus páginas destejiendo tramas y construyendo sueños.

Escrito por Turandot a las 10:29 PM | Comentarios (19)

22 de Octubre 2006

Otro día más

Cuantas más cosas entiendo, cuantas más asumo, menos soportable se me hace la realidad. Pensé que podría jugar a ser la fuerte, la racional, interpretar el papel de adulta e independiente, de chica madura; pero esta tarde me di cuenta que de nada sirve. Cada vez que me trago el orgullo y me siento a su lado me doy cuenta de lo pequeña, accesoria, y prescindible que resulto. Una muñeca rota. Dios sabe que lo intenté, pero la empresa me queda grande. No puedo atenuar su dolor, cuando el mío me atenaza por completo, cuando la certeza punzante del desconcierto absoluto me deja sola , una y otra vez hundida en el cieno de mis miserias. Estoy harta de este macabro vaudeville.
Ojalá pudiera desangrarme en llanto, anegarme en esa grumosa –urente - sustancia que corre dentro de mí, sarcástica; casi obscenamente y que me recuerda a cada punto que me mantiene viva para ser consciente de que ya estoy muerta. Por eso duele, por eso quema cada gota que se sucede en este laberinto de venas y arterias tan frágiles.
El dolor se concentra aquí, justo en mis sienes, noto su latencia. Ojalá tuviera el valor suficiente para liberarlas, para atravesarla con la hoja afilada que guardo con celo en uno de mis cajones, sí –liberarla - sería hermoso verla correr sobre el escritorio tragándose todas y cada una de las cosas que atesoro en mi mesa acariciándolas de carmín.
Resuenan en mi cabeza sus palabras. -No eres fuerte, te haces la dura pero no lo eres. Lo estás haciendo mal-.
Pero soy Soberbia, lo soy. No quiero lástima, ni pena. No quiero. Odio la condescendencia, la compasión. Es cierto, no soy fuerte, pero es que duele, duele demasiado y nunca he sido buena soportando el dolor.
Está aquí, a la altura del pecho, oprimiéndome, ahogándome a cada respiración. Quiero abandonar, quiero irme. ¡Qué estúpida! Como si el dolor o la tristeza fueran cualidades de un lugar, como si pudieran fijarse en coordenadas.
No, no iré a ninguna parte. Dormiré. Eso haré, dormiré. Pero lo haré con la cruel, desesperante e indómita certeza... que mañana volveré a despertarme.

Escrito por Turandot a las 2:24 AM | Comentarios (13)

16 de Octubre 2006

Antropofobia

passes.bmp

Estoy tan, tan cansada...

Escrito por Turandot a las 8:32 PM | Comentarios (9)

7 de Octubre 2006

Qué pasa...

¿Qué pasa si no hay nadie?
¿Qué pasa si vives toda un vida y nadie te espera?

Escrito por Turandot a las 3:54 AM | Comentarios (7)