Mañana es mi santo, y pasado sería el tuyo. ¿Recuerdas? Eran los únicos santos que celebrábamos en la familia, precisamente por celebrarlos juntas. Una semana antes lo iba pregonando a aquel que me quisiera escuchar ¡El 29 es mi santo!- y tú añadías-¡ Y el 30 el mío! Entonces lo planeábamos. Al final siempre hacíamos nuestro bizcocho y para comer, normalmente; macarrones, esos que sólo sabías hacer tú. Un día intenté hacerlos yo sola porque venía a comer toda la familia, y Andrea, que aunque era muy pequeña cuando te fuiste, te tiene increíblemente presente, desde la puerta de la entrada reconoció el olor y gritó contenta ¡La prima está haciendo los macarrones de la abuela!- Aún siento un nudo en el estómago cuando lo recuerdo.
Me hubiera gustado hacer el bizcocho, pero creo que este año me será imposible, y sí, podría hacerlo el enano que tiene buena mano en la cocina, pero como sabes, ese bizcocho era cosa nuestra, a él le dejábamos hacer caracolitos con la pasta de los crespells y galletas de mantequilla. La tía Maribel, cuando no le salía como a nosotras, siempre decía que le tenía que haber dado mal la receta; como si no me la supiera de memoria desde bien pequeña, lo que pasa es que ella no le ponía el amor, ni lo hacía con la complicidad que nosotras. Me encantaba verter la harina en la báscula, ver como se fundía la mantequilla, o montar las claras de los huevos. Lo que llevaba peor era rallar el limón pero como a ti no te gustaba hacerlo siempre me tocaba a mí- me gustaba oír el tintineo de tu aro golpeando el rallador, yo tuve que cortarme el mío para la operación, se me quedó pequeño y no salía, desde que no lo llevo parece que me falta algo de mí... o quizá de ti- a cambio de ayudarte con el limón, la recompensa era meter los dedos en el cazo de la mezcla para rebañar lo que quedaba una vez vertida la masa en el molde te va a hacer daño- me decías, pero aún así dejabas que me lo comiera a escondidas de la tía porque a ella también le gustaba.
Luego la eterna pelea. Tú querías el bizcocho normal, y yo me empeñaba en darle un aire festivo, y muy a tu pesar me dejabas rellenarla de mermelada de fresa y cubrirla con nocilla. Me pregunto si sabrás que desde que te fuiste no la he vuelto a rellenar.
Cada 20 de Marzo me acuerdo de ti, me avergüenza decir que no recuerdo la fecha exacta en que te fuiste; a veces me parece que fue ayer, otras que hace una eternidad de aquello, sea como fuere creo que he intentado borrarla de mi memoria, y debo haberlo hecho bien. Sin embargo, que no recuerde la fecha no significa que no recuerde ese día, al fin y al cabo era yo quien cogía tu mano cuando te marchaste ¿Quién puede evitar retener a su lado a la persona que más quiere? Estabas guapísima, te recuerdo con una ligera sonrisa en los labios, radiante, sé cuánto echabas de menos reunirte con el abuelo.
¿Sabías que esa corte de urracas criticó que no estuviera en el velatorio? ¿Y qué iban a entender? tú y yo sabemos por qué no fui.
Me gustaría llevarte flores mañana, pero sé que no lo haré. De todos modos no creo que sea necesario hacerlo, me refiero a ir hasta el cementerio para demostrarte que me acuerdo de ti. Dime ¿Cómo iba a olvidarte? Y ya no sólo porque de vez en cuando tropiece con la ropa que guardo en el fondo del armario, y que me niego a dar porque a ti te gustaba, ni porque tenga a mano tus fotos, o esa cinta de contestador que me apropié porque conserva tu voz y que aún no he reunido el valor suficiente para volver a escuchar. No, no es por eso. Te siento siempre muy cerca porque en todo lo que hago, digo, o pienso estás tú; porque en cierta manera soy lo que soy por ti.
No, mañana no te llevaré flores pero lo que sí haré será buscar una vela bonita, porque creo recordar que no tengo ninguna animeta y la encenderé como hacías tú con los bisabuelos o, ¿Sabes qué? Os la encenderé a todos, seguro que a ti te gustaría.
- Ja veureu es dia que no hi sigui, me trobareu a faltar- dèies quan ens enfadàvem. I no te pots imaginar quant... creu-me que no pots...
Ante todo, disculpas a mis bloggeros por la falta de atención por mi parte y la de mi virus estomacal al no pasarnos esta semana por vuestros respectivos blogs, pero es que ya se sabe, estos virus son muy puñeteros y no entienden de razones.
He intentado llegar a una entente cordiale con el mío, pero ni caso, que ha decidido que se viene conmigo de vacaciones, y es que no me extraña, un parque de atracciones debe de ser el paraíso de los virus. Montañas rusas, caminatas al sol, comida basura... yo si fuera un virus no me lo pensaba dos veces y me apalancaba pero fijo. En el fondo no puedo reprocharle nada.
Así que si la semana pasada estuve ausente de la blogosfera, ésta tres cuartos de lo mismo. Yo estoy empezando a pensar que esto de los blogs conlleva algún tipo de síndrome de dependencia extraño, si no tiene nombre podría ponerle uno... no sé... síndrome Griebal Uleman, ¿ por ejemplo? Lo digo porque como nació en Estocolmo y ya que estábamos con la cosa de los síndromes... Ah, ¿ Que no lo conoceis? Es una historia muy larga, un día que esté mejor y más lúcida os la cuento.
Pues eso, que debe tratarse de algún tipo de enfermedad, porque no puede ser que en vez de preguntarme qué me falta por meter en la maleta, esté pensando en la de textos que me van a quedar por leer cuando vuelva, porque claro, y por poner un ejemplo qué hago con sílbame ese cuento o tinta sobre tiempo, como me pierda un capítulo ya la hemos liado... ;)
En fin que no pasa nada, porque no iba a ser todo malo, no qué va. La semana que viene Dios mediante y con el permiso de las autoridades, me operan de la muñeca así que tendré mucho tiempo para leer, aunque no veo tan claro lo de comentar... :s
Creo que ya lo he dejado todo preparado, la maleta está casi hecha, el delegado de clase me ha dicho que se pasará por aquí para vigilarme el chiringuito ( aunque no sé yo si fiarme, que con la tendencia gore que han tomado sus textos lo mismo me encuentro a la egipcia asesinada... bueno, mejor no doy ideas) Esto... Jefe, hágame el favor de cuidarme la isla porque me da que voy a necesitar un descanso a mi vuelta, Diosa; váyame haciendo si no le sabe mal una selección de gemas para ver si se me pasa la mala racha que llevo ( eso me recuerda que te debo un mail), Nim, a la vuelta me pones al día de Compi and cía ¿sip? Ah, por cierto, que soy una envidiosa y te he copiado a ti y a Manel el destino de vacaciones, Renkito, tú que estás más cerca de casa, te dejo una copia de las llaves, que el vecino me da goteras a ver si se me va a inundar el piso, hazme el favó de mirármelo un poquito ya que yo me lo curré con los crisantemos.
Y nada, al resto... Apio, Brisa, Nit, Del, Yoda ( si vas por el parque pégame un toque), Afi, Sory, Marta, Island, Lyzzie, Morgia, Moonsa ( ja era hora, nina), Hester, Hechi, etc. que por buenas notas han quedado exentos de tareas, cuídenseme mucho y sean buenos, que a la vuelta nos vemos.
Hace poco me enteré de la noticia. Al parecer abandonabas tu trabajo. Mentiría si dijera que me sorprendió, también mentiría si dijera que sé que no es definitivo.
Sabrás que hace tiempo me mudé, que ya no se me hace necesario pasar por el lugar donde te veía actuar cada madrugada, aún así reconozco que alguna vez, sobretodo en noches frías, me embutí en mi casaca y enrollé con mi bufanda de lana, me paré delante del cartel de tu improvisado teatro y sentí ganas de volver a verte, aún desde detrás de las cristaleras. Quizá fue eso lo que me empujó a dejar de ir, poder ver el espectáculo sin formar ya, parte de él. Qué triste desempañar el cristal con mis guantes y ver cómo representabas el papel de cada noche ante un público cada día diferente. Verla a ella, con sus gafas de sol siempre en la mesa del fondo, aguardando el final de la función para no perder detalle de cómo te agasajaban, esperando una sonrisa cómplice mientras te absolvía de todo pecado cuando le susurrabas sabes que es un juego- Cuánta miseria vestida de corista de turno revoloteando en el local, llenándolo de risas sin saber que las tornarías en llanto en su drama personal. Y todo con la conciencia tranquila.
Lo que me jode más de ti, es que siempre has sido un perdonavidas.
Y ahora, ignoro qué ha pasado, y lo mejor para mí, poco me importa, pero te dio el acceso fácil de lágrimas prediseñadas y el arrebato de diva, buscas cariño y comprensión y dices que ese no es tu sitio. ¿Y qué sitio puede haber para ti? Para ti que has representado con celo los papeles de ladrón de sueños, de usurpador de vidas, de mercader de sentimientos; para ti que te has autoproclamado arquitecto de la soledad, predicador del engaño, ídolo de barro; para ti que has llegado a convertirte en estandarte de la frivolidad, asesino de la inocencia, saqueador de ilusiones...
Si la vida es justa, y quiero creer que en el fondo sí lo es, no deber existir un lugar para ti.
Por mi parte, lo único que deseo es que tengas aquello que te mereces, y sufras tan sólo lo que como verdugo hiciste sufrir.
Ni un alma más sobre tu conciencia que aquellas que atormentaste, te libero de la mía; fíjate si mi venganza es generosa.
En el fondo; no me complace tu dolor.
Esta noche no me apetecía dormir. No quería que al cerrar los ojos y dejarme llevar, se apoderaran de mí mis pesadillas.
Y es estúpido no querer dormir, porque las pesadillas de las que hablo, no habitan en mis sueños.
Añoro los tiempos en que lo único que temía eran los monstruos que vivían bajo mi cama, porque sólo me aterrorizaban en la oscuridad de mi habitación, quizá porque nadie me avisó de que a los que verdaderamente había que temer era a esos que acechan en la vida real.
Desde hace ya tiempo, qué curioso, duermo de día y vivo de noche, y las criaturas que antes me amenazaban, resultan ser ahora compañeras de viaje, que sepultadas entre zapatos y compartiendo espacio con mis gatos, son ya de la familia, y lejos de asestarme alguna dentellada, como creía que harían de pequeña, siento que en ocasiones llegan a arroparme.
Ya he dicho que esta noche, me hice el propósito de no descansar, así que rescaté lápices y folios, como aquella vez que me escapé despacito y sin hacer ruido del sofá, y me fui a la habitación a pintar. Su gato se desperezó y vino a mi lado para intentar cazar mi goma y arrebatarme a juguetones zarpazos los lápices de colores, de vez en cuando soltaba las pinturas y le acariciaba la tripa para oírle ronronear. Recuerdo con cariño a ese gato, aunque su amo estuviera a escasos metros, sabía oler mi soledad.
Esta madrugada cuando ya clareaba, y mis monstruos se retiraban a descansar, cuando se me rompían las pinturas y mis muñecas de tanto apretar el papel, no me sentí sola, porque alguien sin ningún deber, ni ninguna obligación, se quedó conmigo hasta que terminé mi estúpido dibujo. Y mi gato, que no es menos listo que aquel otro y que me conoce mejor, a pesar de no ver a nadie en kilómetros, no olió nada y se durmió.
Rebeca estaba en su escritorio, mordiéndose con devoción el labio como hacia siempre que estaba nerviosa o excesivamente concentrada en algo. Estaba allí rodeada de lápices de colores, de libretas de caligrafía y libros de cuentos.
Tenía también sobre su mesa un pedazo de alambre, que con no poco esfuerzo había conseguido doblar y atar con cinta adhesiva hasta que le quedó una circunferencia.
Se levantó de la silla y metió debajo de la cama para sacar su caja de los secretos; de ella sacó las medias de rejilla que su hermana creía haber perdido y un collar con cuentas de colores, de cuando su madre la disfrazó de Zíngara.
Recortó con cuidado un trozo de las medias y metió el alambre dentro. Como no terminó de gustarle como quedaba, bajó a la cocina a revolver los cajones; allí siempre se encontraban cosas interesantes. Un pequeño rollo de cuerda, serviría a la perfección.
Recortó varios pedazos con sus tijeras de punta redondeada, y los ató para fijar la malla al alambre, cortó también unos cuantos trozos de cuerda más largos que dejó colgando.
-Ahora- pensó -lo más divertido- Y de un tirón rompió el collar de cuentas, que pareció estallar en el aire haciendo volar un montón de abalorios multicolores. Las pequeñas bolitas saltaban revoltosas por el suelo colándose bajo la cama, el escritorio, el tocador... Rebeca se arrodilló para recoger unas cuantas, las más bonitas. Con cuidado ensartó varias de ellas por cada extremo de las cuerdas más largas y las anudó. Se sintió muy satisfecha por su trabajo, sólo le faltaba una cosa para terminar.
Después de comer, y con algo de prisa corrió al patio; acercó una de las macetas de su madre al muro, se encaramó y oteó por encima de él. Dori, su vecina, estaba tendiendo la ropa.
- ¡Hola Dori!
- Hola Rebeca ¿Qué haces ahí subida?
- Dori, ¿ Te acuerdas de lo que te pedí?
- Claro.
La vecina le acercó al muro lo acordado, pero la niña negó con la cabeza.
- ¿Me puedes ayudar? - le dijo pasando por encima de la pared su costoso trabajo manual- Es que a mí no me dejan usar pegamento.
Dori se echó a reír y cogió el artilugio de la niña. Con cuidado le pegó las diferentes plumas que momentos antes sacara de su corral.
- ¡Muchas gracias!
Tan rápido se fue, que no llegó ni a oír el ¡Deja que se seque!- de su vecina.
Tardó casi diez minutos en llegar a casa de Álvaro, eso era un camino muy largo para ella, un camino que de haber sabido su madre que iba a tomar, le hubiera prohibido tajantemente.
Sin embargo llegó sin problema a su destino y llamó al timbre.
La madre de Álvaro abrió la puerta dedicándole una sonrisa.
- ¿Vienes al cumpleaños? Aún no han llegado los niños.
- No - dijo muy convencida- ¿Podría darle esto a Álvaro cuando llegue? Dígale que es de Rebeca.
La madre asintió mientras cogía el extraño y pegajoso objeto.
- Y dime, Rebeca. ¿Qué es esto tan bonito?
- Es un atrapasueños. ¡Lo he hecho yo!- dijo como si los enormes nudos de las cuerdas, los abalorios rosa chicle, el trozo de media y las plumas de gallina no lo dejaran suficientemente claro- ¿Y sabes para qué sirve?- dijo en voz bajita como si le contara un secreto.
La madre de Álvaro se acuclilló, arrugó la nariz y esperó a que Rebeca le revelara el secreto.
- Mira, ves este agujero de aquí- señaló el centro de la rejilla- pues por este círculo pasan los malos sueños y las pesadillas, es para que se escapen. Mientras que los buenos sueños se quedan aquí; enredados, para que cuando te despiertes puedas acordarte de ellos. Mi madre prendió uno del techo de mi habitación, porque dice que si recuerdo mis sueños, nada podrá impedir que se cumplan.
La madre de Álvaro acarició el pelo oscuro de la niña.
- ¿Seguro que no quieres pasar más tarde y comer un pedazo de tarta?
Rebeca negó con la cabeza- No puedo, gracias- y dando media vuelta emprendió el camino de vuelta a su casa.
Olvidar tus sueños, es lo único que te impide hacerlos realidad.
Ellos te dicen quién eres y lo que tu corazón anhela; te muestran el camino a seguir, aunque eres tú quien debe decidir emprenderlo; un camino que aunque a veces parezca complicado, estoy convencida de que nunca es imposible.
Cuélgalo sobre tu cama y deja que guíe tus sueños; al despertar recógelos y haz lo que esté en tu mano para cumplirlos. Yo intento hacerlo, de hecho regalarte un atrapasueños no es más que uno de los deseos enredados en el mío.
Deseo... que seas Feliz.