Desde lo alto del acantilado podía ver como las aguas turquesa se extendían como un mágico manto que lo abrazaba todo.
Las olas iban a morir estrellándose cadenciosamente en las rocas, que cuajadas de algas, resplandecían con el sol de la mañana.
Una cálida brisa azotaba caprichosa mi pelo, que danzaba con el viento.
Deslicé por mis hombros los tirantes del vestido y dejé que éste se desplomara en el suelo rocoso. Saqué mis pies de la tela que los rodeaba y me quité las gastadas sandalias.
No era la primera vez que saltaba desde esa altura, hace tiempo que perdí el miedo y me decidí a recorrer ese justo paso que me lleva de tierra firme al vacío, de la hiriente roca a la inmensidad del mar.
Me encanta esa sensación previa al salto, ese pequeño e intenso ritual. Cerrar los ojos y sentir el perfume de la sal que poco después abrazará mis sentidos aún sabiendo que antes es precisa una violenta caída, mitigada, eso sí; por la frescura del mar.
Cuando los músculos se tensan y coges impulso, cuando sientes el vértigo en tu estómago y dejas tus temores junto a la ropa y calzado; sabes que sólo unos segundos te separan de rasgar su profundo verdor, de sentir la fuerza del mar golpear tu rostro y ejercer una firme y sensual presión sobre tí, como un amante codicioso.
Adoro sentirme por un momento suya, perderme en él y evadirme del mundo real, sumergirme en mi propia libertad. Llegar lo más hondo posible con tan sólo una bocanada de aire en mis pulmones. Y sentir que se reencuentran por un momento, casi místico, mi cuerpo y mi mente, dejando paso tan sólo al mundo de las sensaciones.
Y es justo en ese momento de paz y tranquilidad, que cientos de emociones pasan como destellos fugaces por mi mente, entre ellas retales de miedo e inseguridad, que conscientes de que es "mi momento" intentan hacerse presentes y toman protagonismo por un segundo, para recordarme que aún en la tibia humedad que me protege, me esperan fuera inexorablemente.
Por eso, al intentar alcanzar la superficie, cuando el aire es escaso y mis miedos parecen intuir que saldré a flote de nuevo, reaparecen frenando la subida.
Alcanzada la playa, bajo la mirada extrañada de algunos, el escepticismo de otros, y el guiño de algunos pocos, salgo del agua y me dispongo a subir de nuevo.
Las rocas lastiman mis pies, pero eso no importa; lo único que importa es volver a lanzarme; volver a saber que sentiré el vértigo en mi estómago y la caricia húmeda en mi piel, y una y otra vez hasta la extenuación, decido saltar al vacío en busca de mí misma.
A veces me pregunto hasta cuándo podré seguir saltando, hasta cuándo jugará mi pelo con el viento, hasta cuándo sentiré ese vértigo al ver el mar recortado en la roca bajo mis pies, hasta cuándo mi amante acuoso se abrazará a mi cuerpo, hasta cuándo seré más fuerte que los miedos que me lastran... hasta cuándo.
Quizá llegue el día en que crea estar más segura en tierra que en el mar, y me vuelva como esos incrédulos que me llaman loca por verme lanzar en picado, una y otra vez. Lo peor es que de cada vez siento como mis miedos pesan más. A los que no me entienden; les compadezco porque nunca sabrán de la dicha que a mí tanto me colma, por otro lado; les envidio, porque nunca echarán de menos esta sensación.
Hace ya tiempo que estoy planteándome dejar de saltar, quizá antes era divertido, pero me canso de oir que no es lo correcto, que son juegos peligrosos, que no llevan a ninguna parte.
Cada vez resulta más costoso subir a la superficie, despojarse de los temores porque por momentos siento que me dan más miedo ellos, que placer el salto en sí... porque aunque me despoje de ellos por un momento, tarde o temprano volverán a ser parte de mí.
No puedo, no puedo, no puedo con mi vidaaa como diría Carmina...
Desaparecida en combate( nunca mejor dicho lo de en combate) manifiéstome hoy para dar señales de vida. Y es que sí, queridos niños y niñas, ya no soy un parásito.
Al menos no total y absoluto como hace unas semanas. Y es que cuando todo el mundo pilla las vacaciones, servidora se pone a trabajar, así de original que es una.
Hace dos años que no iba al aeropuerto y ha sido gratificante encontrar viejos amigos, y hacer alguno que otro nuevo cuando los guiris te lo permiten, claro.
Tengo un turno, cuando menos complicado, así que estoy en plena fase de aclimatación. Mis piesitos se han declarado en huelga indefinida por tener que estar ocho horas de pie y sin parar ( si alguno ha estado en el aeropuerto de Palma, lo entenderá... con lo enorrrme y mal distribuido que está yo creo que al finalizar el verano podré presentarme a unas olimpiadas...)
El enano también ha empezado, lo que pasa es que estamos en bares diferentes porque mi padre que es muy sabio y además manda un poquito ahí, ha interpretado que para la salud física de sus hijos y la mental del resto de compañeros era mejor que no nos mataramos en el puesto de trabajo y dejar ese menester exclusivamente dentro de las paredes de casa.
Bueno, todo esto para deciros que voy de **** y ni puedo postear, ni visitar blogs como desearía, cosa que me fastidia sobremanera... el otro día empecé como hago a siempre a visitarlos siguiendo el orden alfabético y al llegar a la mitad, de lo cansada que estaba casi me tienen que despegar del teclado con espátula dejando a varios de mis "mimados" sin leer, o leer a medias, y por supuesto sin comentar... Espero que cuando me acostumbre un poco al horario me distribuya mejor el tiempo, y pueda retomar un poquito el ritmo.
Decir que éste es el post número 102, el 100 me pilló en pleno asesinato xDD pero no creais que no os lo dije para no invitaros a nada ¿eh? así que ya sabeis; me haceis una fila de a uno, vais pasando con la tarjeta de embarque y yo paso a serviros un refrigerio de sandwich mixto y patatillas, para beber; coca-cola, fanta, té o café.... ( deformación profesional )
Y ya que estamos liados pues os contesto los comentarios aquí.
Marta y Brisa, me alegra mucho saber que os gusta, a ver si un día me contagio un poquito de vuestras páginas y escribo algo alegre, aunque no sé yo si me saldrá :p.
Lyzzie, mi alter ego egipcio, trastea cuanto quieras por el templo, estás en tu casa ( aunque a mi personalmente el post que más me gusta de Egipto es el de " las mil y esa noche" - había puesto Kufr, que tb es uno de mis prefes, pero no me refería a ese-, porque bajo la apariencia de relato es un pasaje de mi diario). A Nevermore y a Morgia agradecerles la visita :) en cuanto pueda me paso por vuestros santuarios ¡prometido! y aunque a veces tarde un poco, siempre cumplo, si no, que se lo pregunten a LMDA, al que agradezco el link y los comentarios. Esqui "le Carré" xDD ¿le he dicho que me encanta "su gusto"?
Moonsita, jeje, nina? a què em sona? xDD ja he vist que en Javi torna a l'atac, m'hauré de posar les piles, però tot d'una! ah, y bueno, en el fondo y aunque no lo parezca, el personaje de historia que 'me cae bien' es Carlos, no María... cosas que pasan ( gràcies per proecupar-te) Nbon, nos leemos niño. Brujis, qué nos pasará que tan dramáticas y drásticas somos, al final Mon tendrá toda la razón del mundo y eso que de primeras se lo negamos todo. ¿Tú qué opinas deidad marina de las peceras? me alegra que puedas volver a bucear por estos mares, aunque ahora la que tiene restricción forzosa de acuario ¡soy yo! ¿ y Nemo? ¡jefe, que me saca los colores! qué rabia ausentarme así de la isla... aunque conociendo a los habitantes sé que está a buen recaudo. Manel... ay este Manel que no cambiará nunca ( y que nunca le dé por hacerlo), igual que a mi Uriel, que es pa comérsela. Ah, y me olvidaba de Raúl; no falta nada, puse la foto y la dejé unos días ( por la conmemoración del centenario y esas cosas, jeje) pero luego la quité, eso de verla ahi todo el tiempo... no sé. Miramar; feliz semana.
Un besooote enorme a todos y gracias por seguir ahí.
Pd: Gracias mil al Dios de Zonalibre por oir mis plegarias...
Mientras la miraba absorto en el suelo, acarició su sedoso cabello. Pasó los dedos por el arco de sus cejas enmarcando esos preciosos ojos oscuros que lo embrujaban, ahora cerrados en su inconsciencia, y recorrió el camino exacto que instantes antes hiciera una lágrima que fue a morir en la comisura de sus labios. Pasó el dorso de su mano por su cuello, antes blanco como la nieve, pero que ahora se veía amoratado. Acarició igualmente el escote que enseñaba entre el encaje de su camisón. Con el forcejeo se le había desabrochado uno de los botones, que amorosamente le volvió a prender. Le vino a la cabeza apartar un poco la tela rosa que la cubría para poder admirar el nacimiento de esos pechos que ella siempre insinuaba, pero apartó esa idea de su cabeza por indecorosa.
Tan absorto estaba en contemplar su pálida belleza que olvidó por completo que Susana estaba en el coche esperando.
Se reclinó sobre ella y le dejó un último beso sobre sus labios, recogió la rosa del suelo y la dejó a su lado.
Ahora sí. Buenas noches, princesa.
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Cuando el taxi al que Susana había llamado haría escasa media hora vino a recogerla en aquel arcén de la autopista, llevaban rato pasando ambulancias y coches de policía. Al rebasar la zona del accidente, aún secándose alguna de las lágrimas que de rabia e impotencia por su abandono resbalaban violentamente por sus mejillas, Susana pudo ver la causa de la colisión en cadena.
El coche del que se viera obligada a apearse momentos antes, convertido ahora en un amasijo de metal empotrado en un pilar y, manchando el asfalto...
once rosas rojas.
- Carlos ¿Por qué has venido?- María señalaba la puerta- Es tarde, tengo cosas que hacer, quizá...
- ¿Quizá debería irme?- preguntó él en tono sarcástico mientras se acercaba a la cadena de música.
- No, sólo es que... yo...
- ¿ Qué cd tienes puesto?
María no podía abrir más los ojos- Sabina.
- Humm buena elección. ¿El que te regalé?
- No, ese no. - Carlos estaba con una rodilla hincada en el suelo del comedor, pasando las pistas de los diferentes cds, escuchando las primeras notas de cada canción - ¿Me permites que lo cambie, verdad?- dijo sin siquiera mirarla a la cara.
- Carlos, me estás asustando- María cada vez estaba más nerviosa, sólo quería que se fuera- Dime, es tarde, ¿qué quieres?
- Ésta, ésta es perfecta.- Y dejó el cd de Shivaree sonando a todo volumen. Se fue acercando a ella mirándola fijamente a los ojos, con una extraña sonrisa en sus labios.
- Carlos, por favor, baja la música, los vecinos...
- Bailemos- dijo arqueando una ceja.
- ¿Qué?- no pudo reprimir en un grito- ¿Qué estas diciendo?- el tono imperativo que usó Carlos era totalmente desconocido para ella. Estaba asustada, desconcertada y el volumen de la música le impedía siquiera pensar- ¡No, no quiero bailar!
- Sí, claro que quieres princesa- y el modo en que la llamó princesa hizo que se estremeciera de pánico.
Sacó la rosa que llevaba bajo la cazadora y se la tiró.- ¿Te suena de algo?
Ella le miró horrorizada. Fuera lo que fuera lo que Carlos tenía en mente, aquello no era casual, estaba todo planeado.
María intentó correr hacia la puerta, sin embargo antes de que pudiera llegar, Carlos la estiró con fuerza asiéndola por la nuca con una de sus manos.
- ¿Qué pasa, princesa? ¿No te gustaba tanto bailar? ¿No ibas a clases con el imbécil de Juanjo? Baila conmigo, anda.
- Suéltame- le pidió ella en tono suplicante- Te has vuelto loco, por Dios Carlos, me estas haciendo daño.
- Qué sabes tú lo que es hacer daño. Qué sabes tú lo que es eso- Carlos le hablaba con una mezcla de rabia y desprecio- ¿Sabes lo que es el dolor? Dolor es verte flirtear con todos, dolor es ver que lo haces conmigo, y dolor es no ser capaz de sacarte de mi cabeza. Sin apenas darse cuenta acercó su otra mano al cuello de María. Cuánto más énfasis ponía en sus palabras, más firmemente la sujetaba
- ¿Quién estuvo contigo cuando lo dejaste con Ernesto? Dime gritaba- ¿Quién secaba tus lágrimas entonces? ¿Esos imbéciles? ¿Te crees que soy estúpido? ¿Que no sé lo que haces?
- ¡Déjame en paz, estás loco! ¿ A ti qué te importa lo que haga o deje de hacer?- María sentía como las manos de Carlos presionaban con firmeza su cuello mientras las arañaba inútilmente en un intento por soltarse, sin embargo cuantos más esfuerzos hacía por zafarse, con más fuerza la agarraba.
- Princesa, princesa... tranquilízate- María respiraba ya con dificultad y su agonía pareció inspirarle cierta ternura, aún así no dejó ni por un momento de apretarle el cuello-. Eso no está bien. No está bien nena. Esta noche, una maldita noche en mi vida, mando yo ¿Entendido? Lo sé, sé que la cagué, que no debí decirte aquello, pero ya te pedí perdón, ya lo hice, cuantas veces más tendré que hacerlo ¡Cuántas más ! - a María se le empezó a nublar la vista, y mientras notaba como perdía fuerza y aliento segura de que serían las últimas palabras que pronunciaría, susurró algo, casi inaudible pero que a él pareció clavársele en el alma
Nunca, ni muerta seré tu princesa.
- Que así sea- contestó Carlos indignado mientras perdía definitivamente los estribos. Hundió sus pulgares con toda la fuerza de la que disponía, sintiendo como la suave tersura del cuello de María cedía a su presión - ¿Ahora no te gusta que te llame princesa?- preguntaba inútimente mientras seguía descargando toda su ira sobre ella que ya sin conocimiento se dejaba caer al suelo pesadamente- No me decías lo mismo cuando me despedía de ti cada noche- y sosteniéndola un instante más, terminó con lo que había empezado. Justo cuando en la cadena sonaban las últimas notas del Goodnight moon
Carlos aparcó delante del vado, junto a los contenedores. Cogió su chaqueta de cuero marrón, y se dispuso a salir del coche.
Vuelvo enseguida -le dijo a Susana.
Ella se quedó dentro, siguiéndole con la mirada. Tenían mesa reservada a las diez y eran más de las nueve y media.
Cuando estaba a punto de llamar al portero automático, volvió al maletero del coche y sacó cuidadosamente una rosa de la docena que tenía pensado regalar a Susana en la cena. Hoy cumplían tres meses.
María estaba sentada frente al ordenador cuando sonó el timbre. Colocó un ausente y corrió descalza hasta la puerta. Echó un vistazo a la mirilla y maldijo en voz baja. Al enfilar el pasillo para ir a buscar su bata, el timbre sonó de nuevo En fin pensó qué más da, es Carlos- Entreabrió la puerta y sonrió.
- Ey, no te esperaba.
- Sólo será un minuto ¿Puedo pasar?
María se miró en camisón, sin embargo al ir a replicar, Carlos ya había entrado en la casa. No le gustó nada el gesto, aún así cerró la puerta tras él.
- Estoy un poco ocupada, la verdad. Dime si puedo ayudarte en algo...- Carlos no la escuchaba y ella se dio cuenta.
- ¿Estás sola?- dijo mirando a ambos lados de la sala.
- Sí -contestó extrañada mientras Carlos parecía asegurarse de ello- ¿ No ibas a cenar con Susana esta noche? ¿Ha pasado algo? - María intentaba disimular su creciente incomodidad, no era normal que él se presentara a esas horas, sin avisar y sin motivo aparente.
- No, nada -dijo en tono pausado mientras recorría con la vista el papel de las paredes- Todo está bien ¿Qué podría pasar? Más allá del extraño comportamiento de Carlos, había algo en su mirada que la inquietaba sobremanera.
María se sintió tonta por preguntar.
- Nada, claro... la verdad es que Susi es una chica muy maja, y además hacéis muy buena pareja y...
- ¿ Tú crees? la interrumpió lanzando una mirada al espejo que colgaba sobre la chimenea, en el que se veían ambos reflejados Yo creo que hay parejas mejores.
María sintió un escalofrío al ver el rostro desencajado de Carlos mirándola a los ojos fijamente desde el espejo, y apartó la mirada. Fue ahí cuando de verdad empezó a alarmase, ese no era el Carlos que conocía. Estaba ante un desconocido, un desconocido que había entrado en su casa y se había asegurado de que estaban solos.
Elia cerró despacito la puerta de su casa mientras le dedicaba a Nacho una de sus mejores sonrisas, él la obsequió con otra de complicidad.
Se quedó unos instantes inmóvil bajo la mortecina luz del porche, indeciso, con las llaves del coche en la mano. No sabía muy bien por qué, pero no le apetecía despedirse de ella de ese modo, tenía la sensación de que quedaba algo por decir... o por hacer. Elia por su parte una vez aseguró los cerrojos, permaneció un instante apoyada de espaldas a la puerta, con una sensación similar.
Nacho hizo saltar varias veces las llaves del coche en la palma de su mano antes de acercar su dedo índice al timbre de la casa, sin embargo cuando apenas lo rozaba, se volvió atrás. Cambió las llaves de mano en un gesto ágil y se dirigió a su coche.
Elia subió las escaleras hacia su habitación.
- Otro beso perdido, malgastado y condenado... al pozo del olvido -
Definitivamente, me he enamorado.
No tengo muchas esperanzas de ser correspondida, pero... el amor es ciego, y yo ronron... esperaré hasta que llegue y arañe mi puerta.
¡No os perdáis Shrek 2, no tiene desperdicio!
Voy a zoñá... con er gato con bota.
Hoy estoy muy indignada, mucho. Porque a una personita a la que le he cogido mucho cariño de un tiempo a esta parte, le han hecho daño.
Y me jode, porque siempre se agrede al que menos lo merece. Se pisa al bueno, al justo y al que actúa de buena fe. Me jode que existan desgraciados que se crean superiores por tener sobre su mesa una placa, y que dispongan de sus subordinados como sucios caciques.
Me jode que ser respetuosa, agradable y atenta signifique que se deban aguantar los insultos de un pseudo-yuppie frustrado. Me jode porque es injusto y en situaciones así uno se siente impotente.
Y es que esa personita de la que hablaba es un ángel que por el motivo que sea, el destino hizo arribar a nuestra familia y ya forma parte de ella, porque todos lo consideramos así.
Y bien sabe todo el que me conoce, que eso es un gran logro, y no por ella sino por mí.
Soy terriblemente posesiva, no estoy hablando de celos enfermizos ni nada parecido. Creo, que soy una persona equilibrada y consecuente y actúo como tal, aunque a veces tenga que pararme a pensar unos segundos, medir si estoy siendo justa, y en muchos casos morderme la lengua.
La cuestión es que siempre sobreprotegí a los míos, y ese ángel, o arcángel en este caso, no sólo entró de tal modo que no lo consideré una amenaza, como todo aquel que se interna en lo que considero mi espacio, sino que poco a poco se ha ido convirtiendo en un elemento casi indispensable. Es la persona más diligente, dulce, entregada, y conciliadora que he conocido y por esas y muchas cosas que me dejo ya es una más en casa, con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva. Y hoy, que seguramente es un día un poco duro, me apetecía decírselo.
Niña, pasa de esos mequetrefes, hay demasiados desgraciados en este mundo y tarde o temprano siempre nos topamos con alguno, pero tú sabes y todos sabemos, que vales demasiado y que estás por encima de todo eso.
Otra opción es consolarse con el paquete que les caerá por ir de listos, que la verdad es que ayuda, y la tercera es... la tercera es un poco bestia y después de lo del post de Betsy mejor la obvio porque no me recupero de mi fama de sádica en la vida...
Ánimo preciosa :)