Y corrí. Corrí desesperadamente calle abajo cargada con las flores, los besos, los abrazos que me regalaste. Y mis pasos sonaban huecos y sordos sobre el adoquín mojado. Temí caer porque la pendiente era pronunciada, pero no cesé de correr por ello. Me dolían las piernas, notaba el pecho agitárseme violentamente intentando abarcar un aire frío que no llegaba a mis pulmones. Temí girarme y ver que venías a quitármelos, y de sólo pensar que eso sucediera una lágrima resbaló ácida en mi mejilla, acarició el lóbulo de mi oreja y quedó flotando en el aire mientras yo seguía corriendo con desesperación, mientras intentaba salvaguardar mi tesoro.
Las callejuelas angostas amenazaban con asfixiarme con sus edificios ruinosos. Y corría, corría tanto como podía con lo que de ti me quedaba a cuestas, perseguida por nubes de ausencia negra, negra como el pozo de tu olvido.
En mi desesperada huida a ninguna parte, vi unas niñas. No tendrían más de seis años. Jugaban en la plaza embozadas en pequeñas chaquetas de pana, guardándose del lacerante frío con guantes y bufandas. Entre grandes aspavientos coleccionaban montones de hojas secas. Las colocaban en el suelo y reían alborozadamente cuando una ráfaga de viento se las llevaba.
Sentí ganas de ser de nuevo una niña, de soltar todo lo que cargaba allí mismo y ponerme a jugar con ellas... pero el miedo me perseguía, y contigo aprendí ya una vez que no estoy a salvo en ninguna parte, así que emprendí de nuevo mi inútil huida.
Y corrí, corrí hasta perderme en la espesura del bosque, más allá de dónde podría alcanzar razón alguna. Para en el primer claro que encontré hincar mis rodillas desnudas en el barro, para sentir cómo el frío me calaba los huesos, para hundir con furia mis manos en la tierra, cavando un agujero lo suficientemente grande para enterrar tus cosas; a ti, las cosas que bebí de ti; a mí. Para inventarme así que algo de lo que fuimos tenía el valor suficiente como para ser salvado. Pero cuando abrí la vieja caja de cuero en la que había recogido nuestras cosas, el pánico se apoderó de mí.
Sé que juré no hacerlo, que me prometí a mí misma y a ti, que una vez decidida a sacarte de mi vida no me echaría atrás, que no me dejaría llevar por la nostalgia, que no volvería a remover lo que está fuera de lugar. Que sería fuerte. Pero no pude. La fatal curiosidad me ganó de nuevo la partida. Así que miré los despojos de lo que un día interpreté como algo tan hermoso.
No sabría describir el horror que me embargó. Sólo sé que los sollozos que me habían acompañado en mi carrera, se tornaron en un frenético e incontrolado llanto, que el hipo apenas me dejaba respirar, cuando con ojos desencajados pude comprobar lo que me aguardaba dentro de ese pedazo embarrado de cuero.
Eran sólo hojas, hojas secas y marchitas nada más, hojas como las que perseguían las niñas, como las que dejaban volar. Tenían tu nombre y mi nombre, nuestros rostros tan ajenos, tenían tus besos grabados en ellas, los susurros que te regalara, mis ilusiones, mi vida, nuestra amistad... y me niego a pensar que sólo fui para ti eso, que un día no signifiqué para ti nada más, que me echaste al viento de levante alegre y despreocupadamente, que me excluiste de tu vida, así, sin más.
Y así es que me quedé allí de rodillas, llorando como una idiota, mi mano apretando el corazón que amenazaba estallar anegado de dolor en mi pecho, suplicándole que aguantara un poco más, y así, así estuve no recuerdo durante cuánto tiempo delante de aquel agujero; muda y rota y tonta e inútil recordando con pesar, que por ti una vez más me jugué la vida, y que fuiste precisamente tú, de quien menos lo esperaba, el que sin darte ni cuenta me la perdió por azar.
Pues sí, ya es Navidad... quién lo diría.
Cada año me da la sensación de que el tiempo corre más deprisa, y lo que es peor; siempre en nuestra contra.
Es tiempo de paz, de armonía, de reflexión... fechas entrañables que reúnen a la familia. Sí, ya lo sé... también son las fechas hipócritas por excelencia, podríamos hablar de las injusticias, del consumismo compulsivo, de tantas cosas... pero no hablaré de ellas. No, porque; mientras estaba orquestando mi discurso me acordé de algo.
Cuando era pequeña me cambiaron de colegio. Fue bastante duro, de un colegio privado y de niños pijos en pleno centro, pasé a uno concertado y de pueblo más asequible a la economía familiar; era un circulo bastante cerrado y aunque más adelante me aclimaté bien, al principio desencajaba y mis compañeros recelaban. Cada Navidad se organizaba un concurso y se premiaba la mejor felicitación navideña, la cual rezaría impresa en todas las postales navideñas. Ese año, recién llegada lo gané yo. La postal quedó muy bonita y fue del agrado de todos. Me felicitó todo el mundo, incluso gané un premio. Encontré mágicamente el resquicio por el que colarme, ese por el que la gente supo que yo existia Para mí era importante que lo supieran, porque, y los que me conocen lo saben, aunque siempre voy de chica dura; tengo mi corazoncito y no han sido pocas las veces que me he visto buscando pedacitos de él bajo algún que otro mueble. ¿Y por qué os cuento esto? Pues, porque va a hacer casi un año que empecé esta cruzada bloguera y me siento un poco como la niña que ideó esa postal, y casual y mágicamente me vuelve a pasar en Navidad.
A todos vosotros, los que pasais a diario por aquí y comentais ya sea en privado, en público, por mail, o incluso aquellos que no comentais pero que volveis... en definitiva a todos los que haceis que esto que nació como provisional haya ido tomando forma y llenando un huequito de mi vida, a todos quiero agradeceros que esteis ahí, porque ha sido un año muy, muy complicado para mí, pero gracias a esos pequeños guiños, o grandes muchas veces, se me ha hecho muchísimo más llevadero. Gracias a todos, a Apio porque aunque se cargue el dramatismo de muchos de mis posts con premeditación y alevosía, siempre nos arranca una sonrisa y es mi ídolo total y absoluto del frikismo en su más pura esencia y paranoia ( un recuerdo especial al quaterback que tb tiene que ser bueno), a Brisa porque aunque a veces, las más, lo vea todo negro ella sabe cómo hacer para llenar la paleta de colores, a Manel que es mi sol en esta casa, al que quiero muchísimo por su paciencia, dedicación y corazón de oro ( un besazo enorme a la familia), a Delawen cuyas historias consiguen engancharme de un modo brutal, y tienen ese punto de frescura que sólo ella sabe imprimirles, a Equilibrio al que animo visiteis porque acaba de llegar a este mundillo y es un auténtico diamante en bruto, a Mr Exceso, por tenerme siempre la bebida a punto, por ese punto entre fascinante y misterioso que le envuelve siempre, y que tan sugerente resulta. A mi Manu, porque ya es un poquito mío, y que no hace falta que le diga que le quiero un montonazo y que me alegro muchísimo sabiendo que cada vez sus luces ganan terreno a las sombras. A Sory cuya flor de lys siempre rezuma dulzura y espontaneidad. A Marta, por ser una auténtica personalidad, por su tenacidad y constancia y ese saber hacer con la pluma que hace las delicias de todos. A J4m3s, mi niño, otro individuo al que le tengo un cariño especial porque junto a Apio, me adoptó desde que arribé, que también ha pasado un año complicado pero que yo sé que éste será estupendo, y que espero que siga ahí para contármelo. A mi Bruixeta, por nuestra empatía descubierta hace siglos ya, por seguir siendo tu preferida. A Hester, cuya sensualidad y sugerencia la envuelve de tal modo que allí por dónde pasa deja ese rastro tan peculiar, ese perfume amaderado, exótico y a la vez tan familiar. Y a Lyzzie, nuestra enfermera, con la que tan buenos ratos he pasado leyendo y viviendo sus experiencias en prácticas, transportes públicos.. qué gran novelista. Y Morgia, esa ninfa mitad angel mitad demonio, que escribe como lo primero pero tiene la fuerza de lo segundo, y Moonsa otra alma alocada y dicharachera, tan maduramente infantil, tan llena de creatividad que contagia a todos, y cómo no, al Jefe, por esos besos con sabor a sal, por dejarme acudir a su isla y hacer que me sienta como en casa, a Nevermore por venir de vez en cuando, por compartir su enresvesado pero fascinante mundo interior, a Nimue, mi peque por ser tan auténtica, tan transparente, y sobretodo tener tanta chispa. A Glup, por escribir tan endiabladamente bien, y hacerme sentir tan pequeña leyéndole como grande me lo imagino a él. A Renko, mi paisano, que es un amor ( aunque de casta le debe venir al galgo siendo de donde es- saludos a la sueca que vuelve a casa por Navidad-) y cómo no a la diosa, esa Mon por la que siento auténtica devoción, mi hermana menor, a la que sigo como un oráculo y como quiero ser yo algún día, por dejarme aprender de ella, y ser tan descaradamente auténtica. También a LMDA por esos poemas tan espontáneos, a Is-land por salada, a Berk por sus relatos ( que casi siempre imagino en blanco y negro), a David por mico cebollero ( pero encantador), a Manu por durante una fracción de segundo enamorarme y dejarse enamorar, a Yoda por ser como es, y por esas noches de desvelo en las que no me dejaba nunca sola. A Hechi, Comella, Blind, Uriel, Leitdorf, Locmar, Meli, Danceny, Jose, Victoria, Sergio, Pablo, a su santidad el Papa, a Llamazares, a Manolo el del Bombo, y Fray Junípero Serra, a Thomas Edison y Margarita Gautier ( vale estos últimos no cuentan) ... En definitiva gracias a todos. Y si, ¿qué pasa? me pongo pastelona porque una vez al año no hace daño, y en Navidades como que queda más disimulado, y además cuando terminen las vacaciones siempre podré decir que lo hice bajo los efectos alucinógenos de los polvorones de ajonjolí y un exceso de cava.
Niños, que seais muy felices y que en este nuevo año que estrenamos se cumplan todos vuestros deseos y esperanzas, al fin y al cabo decía San Agustín : Apunta siempre a la luna, aun cuando falles aterrizaras entre las estrellas " y yo creo que tenía razón.
Anoche la oscuridad se apiadó de mí. Rescató ese bebedizo harto recurrido con que sacio mi falta de amor propio, y me volvió a dejar en manos de mi particular Donatien Alphonse François. Soy consciente de que el efecto es pasajero, siempre lo fue... y reside en el pacto implícito que firmáramos años ha. Él satisface mi deseo de musa... yo simplemente su placer.
Rebuscando entre cajones, encontré una entre tantas cartas de las que me escribías con tu deliciosa caligrafía. Ésta, en su día me llegó de forma especial.
" Hay veces en que uno deja marchar los trenes de su vida sin importarle lo más mínimo; o, lo que es peor, aun importando. Por eso no me gustaban las estaciones hasta que una tarde de otoño te vi parada en el andén a lo lejos. ¿Quién serías? me pregunté. Así que me acerqué y te pregunté el por qué de tu nombre. Es el nombre de la primera mujer del emperador Tiberio; me contestaste.
No sé si existirá el destino, no sé si existirá Dios, no sé si existen los principios y los finales... pero tampoco son cosas que me importen. Sólo me importaba seguir hablando contigo en aquel andén, donde mi último tren estaba esperando partir. Nunca te podré negar que intenté marcharme sin ti en ese tren, pero tampoco te podré negar jamás pase lo que pase, que justo en el último momento me miré el corazón y vi que estabas allí dentro. Y ¿Sabes? No quería que te fueras de allí. Tampoco habría sido capaz. Al poquito tiempo hiciste que volviera a latir, y sólo tú sabrás cómo. No puedo negar por muy cursi que te suene, que te tengo en las venas y te disfruto en mi mente y en mi alma.
De este modo nos subimos los dos al tren y éste se puso en marcha. No sé si te querrás bajar en alguna parada; sólo sé que si fuera por mí no pararía hasta llegar a ese mundo que siempre he soñado compartir contigo."
Tiberio.
Es curioso, cuando vivíamos juntos siempre olvidaba las fechas importantes; esas que siempre tú recordabas y adornabas con regalitos cada día más caros. Sin embargo desde que ya no estamos juntos, parece mentira lo claras que aparecen estas fechas en mi mente. Hoy hace un año que descarrilamos.
Un año desde que Tiberio decidió recluirse en Capri.
Desde que Vipsania empezó a devenir en Turandot.
Salud.
¡Hola a todos! Aquí Turandot de nuevo en su isla tras unas breves vacaciones en las Españas; más concretamente en su capital.
Vengo... contenta no, contentísima. Me lo he pasado genial, y aunque he vuelto más cansada de lo que me iba, vengo con las pilas recargadas ( a ver lo que me duran).
Fuimos tres amigas y nos hospedamos en casa de Julián y Vale; majísimos. Ese Julián gritando de buena mañana al oírnos holgazanear a toque de despertador ¿ Estáis despiertas o levantadas?- mientras nos calentaba la leche después de haber ido a por churros.
¿Alguno vio a tres energúmenas vestidas de esquimales estos días por Madrid? Porque qué le vamos a hacer, las isleñas estamos acostumbradas a climas más cálidos; tanto así que de tapadas parecía que paseábamos por Siberia ( menos mal que existen chocolaterías donde guarecerse).
Si además esas esquimales iban cantando por Atocha, hinchándose a bocata de calamares, boquerones y bravas, haciéndose fotos tiradas en el suelo del Palacio Real ( es una historia muy larga), dándole largas a guardias de seguridad chusqueros que acababan el turno a las tres, cosiéndose unos vaqueros en las escaleras de una caja de ahorros ( Dios mio, quién me mandaría dejarme la rodilla en las escaleras de un Mc Donalds) o persiguiendo a Llamazares por el Congreso de los Diputados y pidiendo piruletas en el mismo... no cabe duda; éramos nosotras. Si se nos vería de lejos que hasta nos entrevistó Radio Nacional... ( Esa Meli portavoz leotardil del Comando Mallorca GCV)
Y aunque vimos muchas y muy bonitas cosas (217 fotos dan fe de ello), me da la sensación que no abarcamos ni la mitad de lo que teníamos previsto. Eso sí, nos llevamos en la maleta un buen puñado de amigos nuevos, desde Jorge y Marcela con los que compartimos lluvia, chocolate, escaños y fotos ( que prometimos mandarles por msn) a Jimmy el impuntual y DArtgañán que nos instruyó en el maravilloso y curioso mundo del idioma carabanchelero en una cervecería en la calle Fátima, y cómo no; mi fiel caballero Danceny ( que tiene más de Casanova de lo que imaginaba) que en el fondo y como casi dos años de amistad lo demostraban es un sol, y aunque aparente ir de duro se portó como un campeón invitándonos a cenar a todas en el Planet y a servidora en particular, que para algo me he ganado a pulso el título oficial de chiki ( mal que le sepa a Basti y a quién sabe cuántas advenedizas) a cenita con pianista incluido, el último día. Que así estaba yo de dormida a la vuelta, que casi embarcamos por la puerta que no es y aparecemos en el Paris CDG.
En fin, que han sido unos días estupendos, hemos disfrutado de una ciudad maravillosa, de sus palacios y museos, de su gente y su gastronomía y además nos han tratado como a reinas; muy mal hecho, porque como decía la Esteban, alias jefa de expedición... ¡Amenazamos con volver!
PD: Y encima nos va a tocar la lotería de Navidad, porque es que nos va a tocar... después de llevarnos media administración ¡Es lo mínimo!
Ayer demolieron la casa del viejecito; no pasaron ni dos semanas desde su muerte, y acaso un mes de la del pequeño perro que siempre le acompañaba, cuando la esperada noticia para la promotora supuso una gran emoción.
Desde mi ventana veo las paredes demolidas.
Primero una legión de obreros y más tarde una pala excavadora arrancaron de cuajo los muros que un día contuvieron toda una vida.
Ya no queda nada del limonero, ni de las mimosas que te recibían cuando entrabas en la calle. Su corralito semiabandonado que crecía sin control alegrando la vista del mar de cemento que se cierne sobre todo y todos en esta ciudad, quedaba totalmente sepultado.
Aún pueden verse parte de los muebles bajo las piedras. Ayer su puerta parecía un chiste macabro, se veía un sofá antiguo con una mantita encima; de fondo ya sin pared que lo contuviera, los contenedores de la basura de la calle y vallas de protección para evitar disgustos.
Es extraña la sensación de desasosiego que siento al ver lo que ha quedado de la casa.
Pronto se sucederán más maquinas, que levantarán sobre potentes cimientos bloques de nuevas viviendas a precios desorbitados.
Me duele en el alma pensar que puedan caer con tanta rapidez muros que hasta ayer parecían tan sólidos, que contuvieron en su día tanta vida, que la vieron apagarse, que no verán ya nada más.
Y así me da la impresión que es la vida.
Un eterno levantar muros, un penoso trabajo por hacer de tu vida algo mejor, más sólida. Pero que cuando te descuidas se derruye, y nada importa que aún esté amueblada con sensaciones y sentimientos que luchan por aferrarse a lo que queda de nosotros.
Y volver a empezar. Olvidar los presuntos seguros cimientos y adaptarse a las nuevas exigencias; corazones más funcionales para albergar en el mínimo espacio, el mayor número de experiencias posible, de alto coste y menor calidad.